En el barrio San Isidro de Encarnación, a pocos pasos del santuario de Itacuá, se esconde un verdadero refugio natural que se ha vuelto furor y es ideal para estas vacaciones de invierno: la Granja Don Severo.


Detrás de este encantador paraíso se encuentra Graciela Galarza, una mujer apasionada por los animales y la naturaleza, quien desde hace ocho años transforma cada rincón de su granja en un lugar de encuentro, aprendizaje y disfrute familiar. Con más de 50 capibaras de todos los tamaños, junto a conejos, gallinas de distintas especies, vacas y otros animales, el lugar invita a desconectar del bullicio y reconectar con lo esencial.

“Esto lo hacemos con mucho amor”, dice Graciela, mientras muestra con orgullo el amplio predio verde donde los niños corren, ríen y acarician a los tiernos capibaras que hoy son auténticas celebridades del mundo animal. Y no es para menos: su carácter dócil, su simpatía natural y esa tranquilidad que transmiten los convirtieron en símbolo de paz en un mundo que muchas veces vive a contrarreloj.

Además de las visitas familiares, la granja recibe delegaciones escolares, turistas del interior del país e incluso visitantes del extranjero, como de la vecina ciudad de Posadas, Argentina. 

Con un costo accesible 10.000 guaraníes por persona y 7.500 para escolares, pasar el día en la granja se convierte en una experiencia inolvidable.

Y en medio del auge de videos virales, memes y apariciones en la cultura popular, los capibaras hoy brillan con luz propia. Son mucho más que una moda: representan una manera de volver a la calma, a lo simple y auténtico. Justamente eso es lo que ofrece la Granja Don Severo: una pausa necesaria... en forma de carpincho.